martes, 6 de mayo de 2008

El futuro de la vieja poesía tanguera



Un minuto antes de que el presentador de Buenos Aires Negro suba al escenario, y dispare en forma encubierta contra el poeta argentino Horacio Ferrer por “su vida de burgués”, las luces de la sala Osvaldo Pugliese del Centro Cultural de la Cooperación se apagan y quedan unos tenues colores azul y rojo.
El grupo sale a escena con su espectáculo Cuando el tango se pudre para mostrar canciones de su segundo disco Sol del Once y una cruda realidad capitalina que pocos están dispuestos a exponer con su propia música. Liderado por la poderosa garganta de Hugo Estevez (Peche), el conjunto tanguero que muestra más influencias de Pink Floyd que de Roberto Grela o Eduardo Falú evita esconder con sus letras una clara poesía de la que Discépolo se sentiría orgulloso, tal vez no por su calidad pero sí por su fuerza pesimista, crítica y valiente.
Buenos Aires Negro empezó el show a las 22 con Buenos Días Buenos Aires de la primera placa Turra vida, editada en 2001. La lista siguió con varios temas que formarán parte del nuevo disco que saldrá a mitad de año como: Chorro, que fue dedicada al artista Julián Centella, Reflejo, Ciudad de piedra, donde Estevez deja relucir sus inquietudes: “Sabés que no hay mundo más torpe que este” y el Arcángel Guillermo, “dedicada a un amigo que se hizo juez”. La mitad del disco ya fue grabado en un estudio de Saavedra y para terminarlo están tratando de convencer al Chango Farías Gómez “para que nos dé una mano”.
La sección de vientos, compuestas por una trompeta, un trombón y un clarinete le aporta color a una agrupación que se mantiene firme con muy buenas bases de bajo y batería, más allá de algunos “pifies” que pasan desapercibidos por una actitud envidiable. La guitarra se transforma en una sucesión de delays que suman interesantes climas a un grupo al que pareciera no faltarle nada.


Por Hernán Navarro (Piter)

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