lunes, 23 de junio de 2008

Eduardo Mateo: músico y bohemio (Última Parte)

Según describe biografía de Alencar Pinto editada en 1994, ciertas gemas creadas por Mateo como “Esa Tristeza” o “Mejor me voy” estuvieron inspiradas en una mujer.

Después de su incursión en el Kinto, Mateo ya era considerado un músico destacado y original en Uruguay, pero no tenía disco propio. Así fue que el técnico de grabación Carlos Piriz, fanático de mateo, (quien a su vez fue el mismo que rescato las pocas grabaciones de El Kinto), incitó a Mateo a grabar en Buenos Aires en 1971 el disco que se llamo “Mateo solo bien se lame”. Tras pagarle al músico y a su novia Nancy pasajes y estadía, los flamantes dueños del sello musical de la Planta empezaron a comprobar que el intento de registrar las canciones en una semana era utópico: los tiempos de Mateo eran imposibles.
Mateo tenía anotados diversos garabatos en un cuaderno azul que cada día interpretaba de distinto modo; grababa un tema como de casualidad y al día siguiente se lo olvidaba o lo borraba. Es así que mientras las horas de estudio se facturaban. Mateo quizás se hacia presente en el legendario estudio ION solo para avisar que no estaba inspirado, si es que se hacía presente. Según el musicólogo brasileño Guilherme de Alencar Pinto-. Quien a su vez escribió la biografía de mateo. Este proceso de grabación intermitente duró dos meses. Hasta que un día Mateo hizo una jugada clásica, dijo: "voy a la esquina a comprar fasos" y se volvió a Montevideo, cerca de Navidad.
El disco terminó siendo, lógicamente, el borrador de lo que podría haber sido: Piriz estuvo un año pegando partes de temas, cortando otras, armando conceptualmente los trozos dispersos, bordando un rompecabezas a partir de las pistas dejadas por el músico. Y “Mateo Solo bien se lame” se editó en 1972 y marcaría a fuego la música popular uruguaya. El propio Jaime Roos confesó haberse devorado de un bocado el disco y que lo conoce de memoria.
En épocas de rock progresivo y mucho instrumento eléctrico, Mateo hizo un álbum intimista, acústico solo con guitarra, percusión y voz. En este disco Mateo toca guitarra, percusión y canta. Horacio Molina le hizo coros. La admiración de Mateo por la música negra, por el candombe y la bossa nova era sabida. En sus composiciones demostró un particular modo de interpretar esos ritmos.
Con respecto a la discográfica de Mateo hasta el momento de su muerte han quedado registrados cuatro fonogramas individuales: "Mateo solo bien se lame" (1972), "Cuerpo y alma" (1984), "La Máquina del Tiempo presenta Mal tiempo sobre Alchemia" (1987) y "La Máquina del Tiempo - La Mosca" (1989), y otros cuatro fonogramas en colaboración: "Mateo y Trasante" (1978), "Mateo y Cabrera" (1987), "Botija de mi país" con Ruben Rada (1987) y "Teatro de Verano en vivo" con Hugo Fattoruso, Rada, entre otros (1989).
Sus canciones fueron versionadas por muchísimos artistas rioplatenses. Entre ellos se encuentra Pedro Aznar quien grabó un disco titulado “Cuerpo y Alma” en el 1998 llevando como titulo el de un tema de Mateo y de un disco del artista uruguayo editado en 1984.
Allí mas allá de grabar cuerpo y alma, Pedro Aznar versionó un clásico de Mateo, un candombe en ¾ que también tiene los neologismos a los que Mateo nos tiene acostumbrados: Tungue Le.



Alencar Pinto cuenta en su libro que Mateo pasó su última época vagando por el centro de Montevideo, en Pijama pidiendo limosna. La mayoría de los que lo reconocían se cruzaban de vereda. Los que no, solían recibir discursitos como éste: "Hola, ¿no me conoces?, soy Eduardo Mateo. Seguramente escuchaste más de una vez un tema mío. No te estoy pidiendo limosna. Te pido que me pagues una parte de mis derechos de autor. Es que... nunca me los pagaron.
Mateo murió el 16 de mayo de 1990, a los 50 años, hizo lo que quiso y como lo quiso. Y así se retiró con bajo perfil tal vez sin saber que su legado sería una huella imborrable en la música popular rioplatense.

Leonardo Leveroni

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